El botánico y meteorólogo Baltasar Merino Román será el homenajeado este año con motivo del Día de la Ciencia en Galicia, la celebración promovida por la Real Academia Galega de Ciencias (RAGC) para reivindicar la importancia de la investigación a través de sus figuras más destacadas. El homenaje, que coincide con el primer centenario del fallecimiento del investigador, fue aprobado unánimemente por los académicos a cuenta del papel de Merino como el autor de la primera caracterización exhaustiva de la flora gallega, a la que se suman los primeros trabajos de climatología aplicada realizados en Galicia.

Aunque el acto académico de homenaje tendrá lugar el 4 de octubre, la RAGC ya inició los contactos con todas las instituciones científicas vinculadas al investigador y a sus campos de conocimiento para comenzar a organizar en los próximos meses actividades de difusión y divulgación sobre la figura de Merino, una tarea para la que ya se cuenta con el compromiso habitual de la Fundación Barrié.

Baltasar Merino nació en 1845 en Lema (Burgos) y, con 15 años, ingresó en la Compañía de Jesús, donde se formó en Filosofía, Humanidades y Retórica y se ordenó sacerdote. Fue enviado a Cuba, Estados Unidos, Francia y Puerto Rico, destinos en los que inició la labor docente que lo llevaría en 1880 a Galicia, donde vivió hasta su fallecimiento en 1917 (Vigo) y desarrolló toda su faceta científica.

Durante veinte años, Merino impartió docencia en el Colegio Apóstol Santiago (A Guarda, Pontevedra), fundado por los jesuitas en 1876 y origen de la Universidad de Deusto y la Universidad Pontificia de Comillas. El centro contaba con un avanzado observatorio meteorológico del que Merino fue director en su época de mayor esplendor. Uno de sus alumnos en aquella época fue el astrónomo Ramón María Aller.

En el año 1900, con 55 años de edad, dejó la docencia para dedicarse en exclusiva a la investigación, faceta en la que se había iniciado poco tiempo antes. Sus trabajos en botánica se caracterizaron por un grande esfuerzo empírico de recogida de muestras y observación, en un momento en el que la carencia de medios y de bibliografía sobre el tema eran limitaciones que él suplió con iniciativa y con el apoyo de destacados botánicos de la época como Carles Palo.

La obra más destacada de Merino fue la Flora Descriptiva e Ilustrada de Galicia, publicada en varias entregas entre 1905 y 1909. Se trata del primer inventario exhaustivo del manto vegetal gallego, con un total de 1.845 especies, muchas de ellas desconocidas hasta entonces, que serían ampliadas en sucesivas Adiciones. Según la catalogó la Real Sociedad Española de Historia Natural, se trata de la primera flora regional completa de España. Para elaborarla, además de realizar numerosas expediciones por toda Galicia, contó con la colaboración de antiguos alumnos, curas de las parroquias rurales y otras personas que le facilitaban informaciones y muestras.

Además de varias remesas que fueron a parar al Jardín Botánico de Madrid, sus colecciones se conservan en el Centro de Investigación Forestal de Lourizán (Pontevedra), en el IES Sánchez Cantón de Pontevedra y en el Museo de Historia Natural Luis Iglesias de la Universidad de Santiago.

Merino fue miembro fundador, en 1909, de la sección de Santiago de la Real Sociedad Española de Historia Natural, de la que fue presidente honorario. En 1915 fue elegido director honorario de la Académie Internationale de Géographique Botanique.

Su interés por la meteorología no sólo lo llevó a relacionarla de manera pionera con la botánica, sino que acercó visiones innovadoras para la época merecedoras del reconocimiento de los expertos. A él se le deben los primeros trabajos de climatología aplicada que se realizaron en Galicia, tomando como referencia datos obtenidos en la Guarda entre 1881 y 1890, con avanzadas gráficas de evolución de temperatura, humedad y precipitación.

Además de ser uno de los promotores de la creación de la red de estaciones pluviométricas de España, su recomendación de usar el barómetro para predecir las borrascas atlánticas le valió las alabanzas del director del Observatorio Meterolóxico de Lisboa. Esta recomendación fue publicada por la prensa española y portuguesa a raíz de la tragedia que provocó un temporal costero en Póvoa de Varzim en 1892, con el fallecimiento de más de cien personas, y que Merino proponía evitar de cara al futuro generalizando el uso del barómetro, principalmente entre los pescadores. “En vista, pues, de las indiscutibles ventajas que puede proporcionar y de su insignificante coste, de esperar es que los que se confían casi diariamente a la merced de las olas y de los vientos se hagan con tan precioso aparato”, escribió.

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